El email llegó hace apenas unos días a Caridades Católicas de Dallas.
"¿Pueden ayudarme a encontrar a mi hijo?", escribió la madre en español.
"Espero que Inmigración lo tenga, porque es uno de los miles de muchachos que están llegando desde Honduras. Me siento desesperada porque no sé nada de él".
La más reciente oleada de niños inmigrantes está llegando al Norte de Texas, pues miles de menores de edad que huyen de la violencia en Honduras, El Salvador y Guatemala se han dispersado a lo largo de Texas y más allá.
Caridades Católicas, diversos servicios sociales y abogados comienzan a hacer frente a este éxodo cada vez más grave.
Se estima que en este año fiscal serán aprehendidos unos 70,000 niños y adolescentes migrantes por las autoridades federales de inmigración por ingreso ilegal al país, aunque es difícil calcular el número de esos migrantes que se hallan aquí.
Unos 50,000 ya están Texas, agobiando a la Patrulla Fronteriza y a una red de distintos albergues y organizaciones no lucrativas que ya están asistiendo a los migrantes.
Una de esas instancias calcula que la cifra podría superar los 120,000 el próximo año fiscal.
En el Norte de Texas, los albergues están empezando a abrir sus puertas.
Un albergue para niños de Caridades Católicas de Fort Worth duplicará su capacidad a 32 menores, y se prevé la apertura de otros dos centros de acogida en el Norte de Texas, parte de unos 100 que tienen un contrato con el gobierno federal.
Esta semana la Oficina Federal de Reasentamiento de Refugiados puso a disposición una línea telefónica para los padres de esos niños, el 1-800-203-7001.
Buscan ayuda
En solo 10 días, Caridades Católicas de Dallas vio a tres docenas de personas que buscaban a un niño o que necesitaban ayuda con un menor en proceso migratorio.
Edgar Hernández, de 13 años, y su padre, mecánico de oficio, estaban entre ellos.
El pasado sábado ambos explicaron por qué salió el niño de su país: las pandillas lo acosaban. Le quitaban todo lo que podían: ropa, dinero, comida, dice el padre.
Entonces el padre, ya en Estados Unidos, puso a Edgar en manos de un traficante para hacer un trayecto al norte plagado de peligros.
Edgar llegó en autobús, dice. Dejó atrás a su madre. Ahora todo lo que quiere es un pupitre en una escuela y estar con su padre después de estar separados nueve años.
Vanna Slaughter, directora de servicios legales y de inmigración de Caridades Católicas, dice que el éxodo es cada vez más complejo por la juventud y vulnerabilidad de los migrantes.
"Alguien tiene que decir cuál va a ver la política a aplicar con estos niños y luego ir a decirles allá: 'No envíen acá a sus niños'", dijo. "No sabemos cuántos niños no terminaron el viaje, cuántos murieron en el camino o fueron violados".
Dirigentes de Caridades Católicas de Oklahoma vinieron a Dallas la semana pasada para saber cómo pueden ayudar a los niños con servicios legales.
Barracas en Fort Sill, Oklahoma, empezaron a llenarse de menores de edad hace una semana, una de tres bases militares que están albergando a los menores, aparte de los albergues.
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