A MILLION WAYS TO DIE IN THE WEST
B-
Director: Seth MacFarlane
Elenco: Seth MacFarlane, Charlize Theron, Liam Neeson, Amanda Seyfried, Giovanni Ribisi, Sarah Silverman, Neil Patrick Harris
Duración: 116 minutos
Seth MacFarlane pudo haber escogido una producción más segura para hacer su debut como protagonista que A Million Ways to Die in the West, film que también dirige después de Ted, que sorprendió por el éxito que tuvo en el 2012.
Después de todo el mercado no parece estar pidiendo a gritos más westerns (no importa si son sinceros remakes, sátiras o híbridos de género en que aparecen extraterrestres), y como el guion lo admite tangencialmente, MacFarlane, que sin duda está en su mejor momento, no encaja bien en el género.
Al conformar su elenco con talentos de primera, a sus coestelares les da poco qué hacer.
Un cameo a media película nos hace preguntarnos cómo le hubiera ido a MacFarlane en el papel de un viajero en el tiempo de nuestra época varado en el Viejo Oeste.
En cambio, el criador de ovejas de 1880 al que interpreta, Albert Stark, habla como alguien nacido en el siglo 20.
"Vivimos en un lugar y tiempos terribles", dice Albert a sus amigos Edward (Giovanni Ribisi) y Ruth (Sarah Silverman), al evaluar su entorno como si viera las realidades médicas y sociales a través de nuestros ojos.
Hay demasiadas formas de morir, se lamenta, aunque los chistes de violencia brutal que emplea la película demuestran no tanto los riesgos de vivir en una época anterior a la medicina moderna sino de habitar en un mundo cuyos autores no son buenos para la comedia física.
Abandonado por su novia Louise (Amanda Seyfried), Albert está por irse del pueblo cuando conoce a Anna (Charlize Theron), una recién llegada que valora su fina personalidad como ninguno de los aldeanos.
Tal vez se deba a que está comprometida en secreto con el más malo de aquellos lares, un bandido de nombre Clinch (Liam Neeson), quien la envió al pueblo a esconderse mientras él evade la ley por un rato.
Aunque no se puede decir que no cause risas de vez en cuando, los desiguales chascarrillos del film parecen haber escapado al proceso de edición.
El ánimo de no dejar nada afuera resulta en una película de casi dos horas que parece demasiado generosas dado el ingenio que Blazing Saddles reunió en solo una hora y media.
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