El respiro a la inflación en servicios de salud está llegando a su fin.
La recuperación económica, el envejecimiento de la población y un mayor número de personas aseguradas bajo la nueva ley de salud están impulsando esa tendencia a largo plazo.
Las proyecciones de expertos del Departamento de Salud y Servicios Humanos indican que el ritmo del gasto en salud repuntará a partir de este año y en los que siguen.
La introducción de nuevos medicamentos caros para tratar la hepatitis C también contribuye a la aceleración a corto plazo.
Un informe de la Oficina del Actuario proyecta que el gasto crecerá a un promedio de 6% anual entre 2015 y 2023.
Es una notable aceleración después de cinco años consecutivos de crecimiento anual por debajo del 4%.
Aunque no se espera que el próximo embate inflacionario en salud sea tan agresivo como en los 1980s y 1990s, no deja de representar un dilema para el sucesor del presidente Barack Obama.
A largo plazo, gran parte del crecimiento se deberá al Medicaid y Medicare, dos gigantescos programas de gobierno que actualmente dan cobertura a más de 100 millones de personas.
Se proyecta que Estados Unidos gastará más de $3 billones en salud este año, mucho más que cualquier otro país económicamente avanzado.
Y sin embargo no se percibe que los estadounidenses estén más sanos, y gran parte de lo que gastan parece irse en exámenes y tratamientos de cuestionable valor.
Los fraudes también succionan decenas de miles de millones de dólares al año.
Pero si la Ley de Atención Médica Asequible que promovió Obama es un detonante de inflación inmediato, los analistas que elaboraron el estudio dijeron que no es el único factor.
Probablemente no es el más importante comparado con la recuperación económica y el envejecimiento de la población.
Generalmente el estado de la economía ha sido el principal motor del gasto en salud.